Imagina una mansión antigua y abandonada, oculta en lo profundo de un bosque espeso. La estructura, de piedra y madera podrida, parece al borde del colapso, con paredes manchadas de humedad y ventanas rotas que asemejan ojos vacíos. Al anochecer, una niebla espesa comienza a levantarse, envolviendo cada rincón del lugar, mientras una brisa helada penetra por las grietas, emitiendo un sonido que se asemeja a un lamento débil.
Al entrar en la mansión, el aire es pesado y tiene un olor penetrante a moho y a algo más profundo, algo indescriptible, como si cada pared absorbiera los horrores del pasado. El suelo cruje bajo cada paso, y las sombras se alargan en el tenue resplandor de la luna que entra por las ventanas rotas. Las escaleras de madera se retuercen en una espiral oscura que conduce al piso superior, envuelto en completa penumbra.
A medida que avanzas, una sensación de frío inexplicable te envuelve, y la atmósfera parece vibrar con una energía oscura. De repente, percibes un movimiento en el rabillo del ojo, apenas un destello, pero cuando te giras, no hay nada allí… o eso crees. Justo al final de un largo pasillo, entre las sombras, una figura alta y delgada comienza a emerger. Sus contornos apenas son visibles, pero una presencia insidiosa emana de su forma espectral. No tiene rostro, o al menos, no uno que puedas distinguir, solo un vacío negro que parece absorber toda la luz y la esperanza.
La figura avanza lentamente, sus movimientos antinaturales, como si flotara sobre el suelo. Al acercarse, notas que emite un susurro apenas audible, palabras incomprensibles que resuenan en el fondo de tu mente y llenan el espacio con un eco de desesperación. Un intenso escalofrío recorre tu cuerpo, y te invade una parálisis de terror mientras sus ojos (si es que puedes llamar a esos abismos oscuros "ojos") se clavan en los tuyos. La sensación de ser observado por algo incomprensible y antiguo es tan abrumadora que el miedo se convierte en una presencia palpable, un peso que oprime tu pecho, como si el mismo aire se negase a entrar en tus pulmones.
En ese instante, te das cuenta de que el ente no es una simple aparición; es algo que se alimenta del miedo, una fuerza que parece estar atrapada en ese lugar pero que, de alguna manera, se conecta contigo.

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