magina un bosque oscuro y sombrío, donde cada árbol parece tener un alma atrapada. Los troncos secos y nudosos parecen adoptar formas humanas, como si sus retorcidas ramas se extendieran en gestos de angustia, sus contornos deformes revelando rostros fantasmales que parecen seguirte con la mirada. Al moverse el viento, los árboles crujen y chirrían, y por momentos parece que sus ramas están intentando alcanzarte, como si el bosque mismo estuviera vivo y acechando en silencio.
Una espesa neblina cubre el suelo como un manto helado, tan densa que apenas puedes ver unos metros delante de ti. La niebla tiene un efecto opresivo, parece cortar la respiración, como si cada inhalación congelara los pulmones. Entre las sombras, los sonidos quedan amortiguados, y el frío que emana la bruma parece calarte hasta los huesos.
Sobre el bosque, una inmensa luna de sangre pende en el cielo, bañando todo en una luz rojiza y ominosa. La luna parece observar la escena desde lo alto, su brillo rojizo iluminando apenas las formas de los árboles y acentuando sus sombras alargadas y distorsionadas, dando al paisaje un aire de otro mundo, como si estuvieras atrapado en un reino de pesadilla.
A lo lejos, apenas visible entre la niebla y las sombras, se asoma una mansión antigua y destartalada. Sus ventanas vacías y oscuras parecen ojos huecos que miran directamente hacia ti, y sus muros agrietados y desgastados por el tiempo sugieren un pasado de abandono y olvido. La casa parece estar inclinada, como si estuviera siendo absorbida por el suelo o jalada por alguna fuerza oculta desde las profundidades. Cada detalle de esta mansión en ruinas emana un aire de tragedia y soledad, como si algún secreto terrible hubiera quedado atrapado en sus paredes.
En conjunto, el escenario parece sacado de una historia de terror, un lugar donde la frontera entre lo real y lo sobrenatural se desvanece, y cualquier cosa podría suceder bajo la mirada vigilante de la luna roja.